You are beautiful

viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 16

6 de Abril de 2013, Londres, Inglaterra. 10:37 am, casa de Louis y Harry.
Miraba el reloj a cada segundo después de haberse ido Louis. Tal vez lleve razón y oculte algo... Ladeó la cabeza y se colocó el pelo bien de nuevo. En ese momento bajó la vista y observó cómo iba vestido: una simple camiseta blanca con las costuras en azul, vaqueros oscuros y converse blanca; algo sencillo, al fin y al cabo, ¿iba a acabar sin ella? Puso los ojos en blanco y dibujó una sonrisa, pero la quiero. 
Se levantó y fue al frigorífico para ver qué cupcakes había comprado su amigo y se sorprendió. Allí, en los pastelitos, había un mensaje escrito en glasé rojo: no duermo en casa. Su sonrisa se ensanchó y no pudo evitar una carcajada. Entonces, sin previo aviso, empezó a desternillarse sin control, pero antes de querer darse cuenta escuchó levemente el sonido de la puerta. ¿Qué se abrá dejado Louis? Se preguntaba vagamente, sin darse cuenta de que si fuera él, hubiera abierto con sus llaves.
Cogió el móvil de su bolsillo derecho y se acercó a la puerta sin mirar por donde iba, sin despegar los ojos de la luminosa pantalla. Dando pasos inconscientemente, llegó y abrió. No se atrevía a pensar en los número que veía que le decían que ella ya llegaba 20 minutos tarde e ignoraba el sentimiento que lo recorría por dentro de que no aparecería. Unos pies pasaron bajo su descentrada mirada, pero no fue la visión lo que le hizo levantar la cabeza, sino el ruido de tacones. ¿Qué hace Louis con... Y al levantar sus preciosos ojos verdes la encontró a ella, sonriéndole pícaramente. 
Al principio se quedó parado, creyendo que tal vez fuera la vecina del tercero, que estaba constantemente subiendo a su casa pidiendo sal, y cada vez con menos tela recubriendo su cuerpo... Pero no, allí estaba ella, y él apenas se lo podía creer. ¿Por qué no puedo pensar que sea real? ¿Qué me está pasando? Pero sí que sabía la respuesta a esa pregunta, se llamaba enamorarse y ya lo había sentido antes. 
-Bueno... - empezó a decir Lana, ya que veía que Harry no iba a hacer nada-, supongo que el beso te lo tendré que dar... yo.
Rápidamente se acercó a sus finos labios y los presionó, al principio con dulzura, con la suavidad típica de una niña que acaricia el rubio cabello de su muñeco, pero después la pasión llegó a ellos. Lentamente acompasaban sus respiraciones, las manos de ella se entrelazaban con los suaves rizos de él, cuyas manos recorrían la espalda de la chica que sujetaban.  Con un fuerte y potente movimiento la levantó y ella cruzó sus delgadas piernas alrededor de su cintura. 

La pasión se avivaba entre ellos a cada segundo que sus labios permanecían en contacto, pero el ruido de la puerta al cerrarse por el viento los despertó. ¿Qué está haciendo? Se separó de ella y la dejó caer lenta y suavemente al suelo, como si se fuera a romper. Sus tacones resonaron en el parqué y crearon un silencio desgarrador. El ceño de Lana se encontraba fruncido, así como los labios de Harry, que se morían por hablar.
-¿Qué ha pasado? - El fuego que ardía entre ambos verdes parecía enfriar y calentar al mismo tiempo toda la estancia, que no era para nada pequeña.
-Juegas conmigo. - No era una pregunta, sino una afirmación, que ambos se dieron cuenta de que provenía de lo más profundo del corazón.
Pasó un tiempo que a los dos se les hizo eterno, unos segundos llenos de incertidumbre y tensión, llenos de pensamientos... pero con pocos latidos. Nada parecía tener sentido en ese momento, nada parecía significar lo que significaba segundos antes, nada parecía seguir la misma dirección...
Lana se movió cuidadosamente dentro de la sala, sin mediar palabra con el chico del pelo rizado que lo miraba con expresión indescifrable. Anduvo con tranquilidad hasta el salón, observando detenidamente cada pequeño detalle; las cortinas de un suave dorado que daba calor, las lámparas de diseño con miles de pequeñas lucecitas que parecían estrellas, un gran ventanal que dejaba ver las preciosas vistas de la ciudad. Había visto muchas casas, en los lugares más bonitos del mundo y con los muebles más cuidadosamente elegidos, pero había algo en aquella que la hacía especial. Dio vueltas con los ojos y entonces lo descubrió, era esa pared cubierta de fotos. Había carteles, cartas, todo tipo de recuerdos enviados por fans, peluches en el suelo y cientos de muestras de amor hacia ellos dos. Sonrió con dulzura y se sentó en el sofá de cuero marrón, quitándose los zapatos y cruzando las piernas bajo su cuerpo.
-¿Y tú conmigo no? - Levantó los ojos con una pizca de indiferencia brillando en su  profunda mirada. -Te lanzas desde el principio a decirme lo que sientes, pero no eres si quiera capaz de ver que tienes miedo.
Enderezó la espalda y sonrió débilmente, rozando sus espesas y negras pestañas con algún pelo del flequillo. El chico del pelo rizado frunció el ceño sin entender a qué se refería.
-Todavía tienes a ese gran amor escondido en lo más profundo de tu corazón, y te asusta; - se levantó con sutil elegancia y apoyó sus delicados pies en la suave y clara alfombra que destacaba en la oscura y cálida madera.
Fue andando lentamente con pasos de bailarina mientras movía delicadamente la cadera hasta situarse detrás de Harry, que la observaba moverse con una mirada brillante y los labios fruncidos. Se colocó en su espalda y acercó su boca a la escondida oreja del chico.
-Pero la mejor manera de superar los miedos, - empezó a decir con un susurro que lo hizo estremecerse de arriba a abajo; -es enfrentarse a ellos.
Se adelantó y miró hacia atrás sonriendo con los ojos. Entonces se revolvió el pelo y se alejó de vuelta al sofá andando de la misma forma. Harry se quedó observando con los puños cerrados inconscientemente como se ponía sus botines negros y se miraba las manos con curiosidad, enseñando sus largas uñas pintadas en un rojo pasión. Su casi blanca melena refulgía con la grisácea luz que entraba del gran ventanal y sus negros ojos contrastaban con su blanquecina piel. De pronto algo le trajo a la memoria muchos momentos de su vida en los que nunca creyó que volvería a pensar, pero había algo raro en ellos...
Movió la cabeza de un lado a otro y olvidó completamente esos últimos segundos, justo a tiempo para oler la colonia de jazmines de Lana y verla salir por la puerta con tranquilidad. Oyó tras él el golpe y su corazón se encogió. Igual que la última vez. Los azules ojos de Caroline aparecieron delante suya brillando, el sabor acaramelado de sus labios volvió a su paladar, el sonido de su voz retumbó en sus oídos, fue capaz de sentir el tacto de su suave piel de nuevo bajo sus dedos y el sutil aroma a vainilla que desprendía su pelo lo cautivó de nuevo. Cerró los ojos con un dolor en el corazón que creía desterrado para siempre tras conocer a Lana. Lana...
De pronto sus pies empezaron a moverse más rápido de lo que nunca creyó que lo harían tras una chica en la que su corazón creía. Las imágenes de su anterior novia habían aparecido fuertes y sin avisar, pero las de ella brillaban más que nunca en su interior. Notaba su corazón palpitar a gran velocidad mientras bajaba las escaleras de los quince pisos que lo separaban del suelo. ¿Por qué demonios nunca están los ascensores en la última planta? Llegó a la planta baja sin aliento y apenas aire, pero a tiempo. Las puertas se abrieron tras un 'clic' y ella salió, con la mirada gacha y sin sonreír. Pero antes de que pudiera darse cuenta se lanzó a ella ávido de sus besos.
Los labios de él se encontraron con los de ella, y el impulso los hizo entrar en el ascensor. Harry pulsó el botón del último piso mientras acariciaba su cuello suavemente con dulces besos.
-Ayúdame a superarlo. - Se separó de ella y la miró a los ojos, reteniendo su cara con las manos y frente contra frente. -Déjame demostrarte que el miedo no va a ganar la batalla. Que puedo hacerte feliz, que puedo volver a estar con alguien...
Paró durante un segundo. El tiempo parecía haberse detenido y Lana se dio cuenta de que su sonrisa brillaba más que nunca. ¿Qué está pasando? Tenía la respuesta a esa pregunta, pero no estaba aun preparada para si quiera pensar en ella. Entonces Harry volvió a hablar, haciéndole soñar de nuevo con tener esos labios presionando contra los suyos.
-Déjame demostrarte que te quiero. - Algún día seré capaz de volver a decir yo lo mismo. 
Y con este último pensamiento se lanzó a él, entregándole sus besos, su cuerpo, su tiempo. Y, sin saberlo, su corazón...
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Tamborileaba con los dedos en la pared de aquél gran y brillante ascensor. La espera se le estaba haciendo eterna, y los nervios empezaban a recorrerla. Odio que estas revistas siempre tengan que tener las vistas en lo más alto. Miraba de un lado a otro con los ojos entrecerrados sin parar ni un segundo. De pronto se escuchó un 'clic' y las anchas puertas se abrieron, dando paso a una blanca recepción. La decoración minimalista reflectaba la luz que entraba tras las paredes de cristal y hacía que la estancia pareciera aun más grande de lo que era.
Alexia se acercó con pasos firmes a la mesa de la recepcionista y carraspeó, esperando ser invitada a hablar. Una chica de grandes ojos marrones y el pelo rubio y corto levantó la mirada. La observó durante unos segundos y volvió a bajar la vista, tecleó un par de palabras en el ordenador y marcó el uno en el teléfono. Segundos después se escuchó el sonido de haber descolgado y la recepcionista habló:
-Voy a acompañar a la chica hasta su despacho. -Acto seguido pulsó el botón rojo y se levantó. -Sígame por aquí, por favor.
La chica de los ojos azules avanzó con una sonrisa de superioridad pintada en su suave e infantil rostro. Había algunas personas trabajando con sus ordenadores, imprimiendo fotos o simplemente limándose las uñas, y al final de ese gran piso, estaba la oficina a la que la llevaban. La mujer tocó la puerta con suavidad y se escuchó un grave y profundo 'adelante' proveniente del interior. Le abrió la puerta y pasó, cerrándose tras ella sin ningún ruido.
Por un momento se quedó sin respiración, el hombre que se encontraba en frente suya observándola la miraba amenazante y nunca antes nadie había sido tan imponente. Pero fue solo un pequeño instante tras el que se recompuso y empezó a avanzar con paso firme hasta sentarse en el sillón de cuero que le estaba esperando. Sin mediar palabra, metió la mano en su bolso y sacó el teléfono móvil. Buscó las imágenes y lo bloqueó de nuevo.
-Como ya sabrá, - empezó a decir el hombre con su profunda voz, e hizo que un escalofrío recorriera todo el cuerpo de Alexia, - está usted en una revista en la que trabajan profesionales, entre los que me incluyo yo.  He de aclararle, - continuó mostrando fiereza en el tono de su voz, -que los sábados por la mañana no entran en mi horario de trabajo y que si estoy aquí es por única y exclusiva petición suya. Así que, al menos, podía haber tenido la decencia de una presentación adecuada a la situación.
La chica se quedó de piedra. No recordaba haber tenido más miedo en su vida, de hecho no recordaba tener miedo desde hacía años, pero había algo en el hombre que tenía en frente que parecía intimidarla más que nada en el mundo. Quería hablar,  pero las palabras no salían de su boca. El hombre, suspirando y mostrando una sonrisa de impaciencia en su cara, habló de nuevo.
-Pero muéstreme, vamos, - empezó a decir con un cierto tono de burla, -no sea tímida y ya que me ha hecho perder el tiempo, que al menos haya valido la  pena.
Sin ser capaz de decir nada desbloqueó el teléfono, marcó la contraseña y le enseñó la primera foto del beso . Algo en su mente se activó cuando vio que el hombre parecía bastante interesado en ellas, así que rápidamente apartó el aparato de cerca suya.
-Como verá, -Empezó a decir intentando parecer calmada, -su tiempo ya ha sido pagado con la primera de las fotos. Ahora, - una sonrisa con una pizca de malicia apareció en su rostro, -yo también tengo que ser recompensada. -Cogió el móvil y pasó a la siguiente de las imágenes. -Y estoy segura de que el dinero a cambio será mucho mayor con... esto.
La foto de la cara de Lana apareció delante del hombre, que se quedó atónito. Le sonaban ese verde, esa sonrisa, ese achinamiento de ojos en las fotos... La hija de Donahue. Inmediatamente bajó el teléfono, sabiendo que esa fotos no podían salir a la luz.
-Seis mil libras. -Dijo con potencia y determinación en su voz. Los ojos de Alexia se abrieron de par en par, nunca habría sido capaz de esperar tantísmo dinero, -y la exclusividad de que nunca nadie más verá esas fotos.
-Trato hecho. -Dijo con la voz más firme que pudo, pero en su interior la felicidad la embriagaba.
¿Cuánto dinero más me vas a dar, eh, Lana? 
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IMPORTANTE: he perdido la lista en la que tengo apuntada a la gente que aviso, así que si me lo decís de nuevo pues... mejor. De todas formas yo apuntaré de nuevo a la que avisé la última vez. Y si no quieres que te avise más me lo dices y listo:)
Mes y medio y aquí estoy de nuevo. Juju. Espero que os haya gustado al menos, voy a ver si puedo subir más a menudo pero no creo, porque apenas escribo ya y tengo más proyectos en mente y pfpfpfpfpfpfpfpf. Y nada eso, que felices fiestas a todas y que espero que estéis pasando unas buenas y merecidas vacaciones:). Por cierto, ¿qué pasará con las fotos de Lana y Harry? Porque recordemos que ella es una persona anónima y que él está acostumbrado, pero ¿cómo afectará esto en la forma en la que Lana actúa junto a Harry? Lalalalalala.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Capítulo 15

6 de Abril de 2013, Londres, Inglaterra. Trafalgar Square. 
Ya era la hora, se iba a encontrar con ella de un instante a otro. Tocaba su bolso de vez en cuando, comprobando que aun seguían ahí todos los billetes. Pues sí que le costó la entrada... Empezaba a arrepentirse de su decisión, pero en ese momento le pareció la más correcta; una pobre chica que solo quería cumplir su sueño... no podía dejarla tirada. Y la forma de llorar. Le había llegado a lo más profundo del corazón.
Poco a poco fue apareciendo, con la melena rubia recogida en una coleta alta. Llevaba rimmel y la raya negra, además de una sencilla camiseta de manga larga blanca con coderas oscuras y unos vaqueros. Pensó que esa chica era brillante, que era especial, que había algo en ella que la hacía única... pero no supo decir el qué; como un aura distinta.
Llevaba una dulce sonrisa dibujada en sus rosados labios y en sus ojos se reflejaba felicidad. Andaba tranquila, apoyando con fuerza el suelo bajo sus converse y daba la sensación de que el mundo temblaba a su alrededor.
Una sensación de miedo la recorrió y un mal presentimiento la hizo fruncir el ceño. Qué extraño... Hasta hacía segundos la había visto perfecta, y ahora le parecía... escalofriante, capaz de todo y de pasar por encima de cualquiera que se interpusiera en su camino. Y temió haberse equivocado con ella. Giró la cabeza de un lado a otro, eliminando todas las tonterías que en ese momento pasaban por ella.
Se acercó a ella, ya sonriendo, y la abrazó. Fue débil, suave, con miedo a romperla, pero ella se lo devolvió con fuerza e ímpetu.
-Gracias, - empezó a decir en voz medio baja, procurando que solo Lana la escuchara -, de verdad, me has salvado. - Una lágrima descendió por su blanquecina mejilla. - Mi madre ya se ha dado cuenta de todo el dinero que le falta, está fatal, no sabe qué vamos a hacer este mes...
Su mentón tembló y empezó a llorar desconsoladamente, sin poder parar. Respirando con fuerza y sorbiendo por la nariz. Estuvo minutos así, encerrada en los brazos de la chica rubia que tenía delante y tratando de recuperar fuerzas. Definitivamente me había equivocado con ella. 
Suspiró pesadamente y miró fijamente al suelo, dándose palabras de ánimo.
-Vamos Alexia, no seas niña chica. - Aumentó de tamaño su pecho y fijó sus azulados ojos en los verdosos de Lana. - Lo siento... Todavía no se lo he dicho y... no sé cómo agradecértelo.
Y la rodeó con sus delicados brazos de nuevo, reteniéndola con más fuerza aun. Entonces la más alta se separó un poco y sacó de dentro de su bolso una cajita de metal de promoción de CocaCola de hacía bastantes años. Se la entregó y la vió sorprenderse.
-Ahí está todo. - Le dedicó una dulce sonrisa y añadió. -Me quedaría encantada el resto del día contigo, pero tengo que irme. -Tocó de nuevo la caja, que yacía en las finas y delicadas manos de Alexia. -Dentro está mi teléfono, llámame para lo que sea.
Le guiñó un ojo y le dio un abrazo, para luego alejarse entre la multitud. La pequeña chica rubia se quedó allí, observando a las personas de su alrededor y en como ninguna podría sospechar lo que había dentro de esa caja; y mucho menos lo que haría a continuación. Enarcó las cejas y avanzó con paso ligero hasta la estación de taxis. Próxima parada: miles de libras más y tal vez, a arruinar la vida de esa chica. Soltó una de sus frías carcajadas y entró por la negra puerta del coche que la llevaría a la redacción de la revista.
Casa de Harry y Louis.
-¿Cómo de tarde llega? - La dulce voz de un chico de ojos azules salía de la cocina.
El del pelo rizado suspiró mirando el reloj. Las diez y media. Se quedó unos segundos con la vista fija en la esfera numérica cuando se acordó de que no estaba solo. Levantó la cabeza y se encontró con Louis, que lo observaba con una cerveza en la mano desde la puerta de la cocina.
Le iba a contestar que había quedado justo ahora cuando se escuchó el timbre del portero. Rápidamente, Harry se levantó bajo la inquisitiva mirada de su compañero y fue a cogerlo. Descolgó e, inconscientemente, una sonrisa apareció en sus labios al pensar que volvería a ver a Lana. Tío, estás loco, ¡la viste ayer! Pero ni diciéndose eso a él mismo consiguió acallar los latidos de su corazón, que ahora estaban acelerados.
-¿Si? - Preguntó pulsando el botón que lo comunicaba con el portero.
-Señor, el repartido de The Hummingbird Bakery está aquí. - Su entrecejo se frunció en un gesto de sorpresa.
-¿Pasteles? Pero si yo no he... - Soltó el botón y miró a su derecha.
Y ahí estaba, Louis tirado en el suelo muerto de la risa con la cerveza sujetada por dos débiles dedos. Le lanzó una última mirada de odio y se volvió a comunicar.
-Sí, dígale que suba. - Bajó el mango de la puerta y la dejó entreabierta.
Avanzó hasta Louis que le tendió una mano pidiéndole ayuda para levantarse mientras seguía sin parar de reír en el suelo. Harry lo levantó y, en cuanto estuvo en el aire, le pegó en la nuca.
-¡Eh! - Se quejó el agredido. - Me despiertas a las diez un sábado, y encima que hago que te traigan el desayuno, me lo devuelves así. Además, te lo debía por lo de ayer... - El chico del pelo rizado le lanzó una mirada de odio y empezó a andar hacia las escaleras.- ¡No sé cómo seguimos siendo amigos!
Chilló mientras Harry subía las escaleras al piso en el que se encontraban las habitaciones. Entonces se dio cuenta de que ya estaba vestido y preparado para la visita que venía, y que estuviera en esa parte de la casa no podía significar nada bueno.
Echó a correr subiendo los escalones de dos en dos y se encontró lo que más temía.
-No, Harry, eso sí que no. - Levantó las manos en señal de rendición, de una paz que no aventuraba nada bueno entre esos dos individuos. - Deja las tijeras donde yo pueda verlas...
Pero el delincuente las cerró alrededor de la prenda que sostenía entre sus manos. Los ojos de Louis se salieron de sus órbitas y se lanzó hacia su amigo, que apretó más fuerte la tijera para pararlo.
-¿Has quedado ya con Eleanor? - Preguntó sin separar ni un milímetro el afilado metal, que rozaba peligrosamente la delicada tela.
-S...sí. - Intentó acercarse lentamente pero su amigo frunció con más fuerza el arma entre sus manos, lo que hizo que se separara y mantuviera su gesto pacifista. - Vamos Harold, la camiseta del partido no... por favor...
Pero el del pelo rizado no se apiadó de él. Con una mirada que exigía respuestas rápidas, habló como él siempre hacía, lento y grave.
-¿Te vas a ir ya? - En los ojos del preguntado apareció un débil brillo.
-Sí. - Se atrevió un poco más, deseando que su tortura tocara a su fin. -Vamos, H, que sabes que esa camiseta es importante...
El nombrado con una sola letra enarcó una ceja y dibujó una sonrisa con un deje infantil y un débil brillo de superioridad.
-Entonces ya sabes qué hacer... - Pero el que llevaba unos pantalones rojos no se movió ni un ápice, así que   volvió a hablar con su profunda voz: - Y no vuelvas hasta mañana.
Su compañero suspiró cerrando los ojos. Se dio la vuelta lentamente y, tras dos pasos, giró la cabeza y dijo con pesadez en su voz:
-Ya sabes que esa chica... - Pero no puedo terminar la frase cuando el timbre de la puerta sonó.
Harry bajó las tijeras y la importante camiseta suspirando y poniendo los ojos en blanco, mientras Louis respiraba aliviado. El de los ojos azules bajó lentamente las escaleras mientras el del pelo rizado entraba de nuevo en la habitación de su amigo y colocaba con cuidado la tela en el armario. Después fue a su propio cuarto y vio los cojines perfectamente colocados, la colcha estirada y completamente lisa, las suaves cortinas recogidas en unos preciosos lazos de tonos ocre... Nadie pensaría que era el lugar donde duerme un chico normal de 19 años; aunque claro, él no era normal.
Suspiró pensando en todo lo que había cambiado su vida, y sin darse cuenta sonrió. No sería un chico cualquiera que va a la universidad cada día, pero tenía la vida de sus sueños; y había conocido a una chica especial. Escuchó vagamente la conversación entre Louis y el repartidor y salió, cerrando con cuidado la clara puerta. Descendió con una sonrisa dibujada en sus finos labios.
-He pedido todos los que te gustan, - retumbó la voz dulce voz de su amigo en el piso de abajo, -hasta los caros esos, los que tienen animalitos de glasé...
Ambas miradas se encontraron y el del extraño peinado puso cara de burla mientras entraba a la cocina.
-Para que luego me abandones por una chica... -Paró durante un segundo mientras se volvía a asomar, ya sin la bandeja en la mano y observaba la cara divertida de Harry con una ceja levantada. - Y encima como ella... ¡Y no me defiendes!
El benjamín continuó con su expresión mientras hablaba, pero por alguna razón no perdía la felicidad, se sentía tan afortunado en ese momento...
-¿Qué pasa con ella? - Se apoyó en la blanca pared de su amplia y luminosa cocina. -¿Por qué no te gusta, Louis?
El aludido se quedó parado durante un segundo sujetando el pomo de la gran y metálica puerta del frigorífico; acto seguido lo apretó con fuerza y la abrió, haciendo retumbar las botellas de cristal del interior. Con cuidado, y aun ignorando a su amigo colocó la bandeja de cupcakes en la tercera balda y dobló más la espalda hasta llegar al cajón de las verduras. Entonces cogió un manojo de zanahorias y se acercó a la mesa.
Miró a Harry, que seguía en la pared apoyado y se sentó en uno de los oscuros taburetes. Bajó la cabeza haciéndole un gesto de que fuera, al cual obedeció sin problemas.
-¿Y bien? - Su grave y modulada voz dio paso a que su compañero empezara la explicación.
-Veamos, - separó cinco zanahorias y las puso todas juntas encima de un bote decorativo. -Supongamos que estos somos nosotros en el coche la noche que la conocimos.
Cogió a dos de ellas y las levantó, empezando a hablar con voz aguda.
-¡Oh Louis, eres el mejor! Te quiero mucho, eres mi vida, ¡no me dejes nunca! - Al que representaba el vegetal empezó a reír descontroladamente encima de la clara encimera mientras que el de los pantalones rojos lo acercaba al muñeco que era él. - No, Harry, no puedo. ¡Tengo novia! Pero te amo igual, no me dejes nunca.
Las lágrimas por la risa descendía por las mejillas del chico de los hoyuelos, que no podía más que ver la parte divertida de la vida, además, ¿qué era lo más difícil de ella aparte de andar por la calle sin echarse fotos?
-¿Ese es el problema, -respiraba entrecortadamente mientras que a su amigo se le escapaba alguna que otra carcajada y hacía como que daba pequeños besos con sus representaciones; - que nosotros zanahoria nos queremos mucho?
Puso los ojos en blanco y sacó su BlackBerry con una sonrisa dibujada en su rostro. Bajo la atenta mirada de su compañero, que escondía el resto de su cara en sus brazos, la colocó delante de "ellos".
-No, Hazz, éste es el problema. - El aludido frunció el entrecejo, aun con la húmeda marca de la risa. - Que a simple vista parece lo mejor de lo mejor, - entonces sacó la batería del móvil y cerró de nuevo la tapa, -pero no hace falta mucho para darse cuenta de que falla algo.
Levantó la mano con el negro aparato, que ahora apenas pesaba, dando a demostrar que ese era el evidente fallo.
-¿Lo peor? - Dejó la BlackBerry cerca de la batería y juntó ambas manos, apoyándose en sus codos y mirando directamente a los verdes ojos de su amigo. - Hay algunos señoritos de pelo rizado que solo son capaces de ver lo bonito que es el recubrimiento brillante de la funda.
Durante cerca de un minuto permaneció todo congelado: la conversación, la cocina, el reloj del móvil.
-Así que por eso no me gusta Lana. - Se levantó y guardó de nuevo las zanahorias, mientras que Harry no se movió ni un milímetro. - Esconde algo... y no es bueno.
Y lo averiguaré por ti. Se prometió a sí mismo mientras cogía las llaves de su coche y salía sin mirar atrás por la pesada puerta de su casa.
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HOLA HOLAAAAAA hoy no ha pasado un mes, eso es "bueno" aunque el capítulo es caca. Y nada, eso, que este capítulo lleva escrito muuucho tiempo, y da la casualidad que decido publicarlo cuando todo lo de Larry y tal... y es que además trata muchos de los temas que se están discutiendo pero bah, en el anterior estaban enfadados y en este están perfectamente, y así espero que sea todo con ellos siempre:) Por cierto, ¿qué es lo que creéis que hará Louis para averiguar cosas sobre Lana? Y el principio del capítulo, la revista a la que va Alexia, ¿qué pasará cuando las fotos salgan a la luz? JUJU
P.D.: quiero tantos coments como en el otro, porfis :')